“Hay un momento para
todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol” Eclesiastés 3,1
Nos casamos el 16 de julio del año 2005 en la
capital colombiana. Al año, mi esposa fue diagnosticada con endometriosis
(quistes en el Ovario), la cual la llevó a una cirugía conocida como laparoscopia
para remover y limpiar los ovarios (encargados de producir los óvulos). El ginecólogo
después de la cirugía, nos advirtió que en el futuro, podría volver a aparecer nuevamente estos quistes. Efectivamente, en el 2014, Andrea, fue
nuevamente a cirugía; en este caso el pronóstico era más delicado, ya que había
una infección en el útero que comprometía la trompa de falopio de la izquierda
(tubos que conectan los ovarios con el útero); la cual fue removida con una
segunda laparoscopia.
Estas dos cirugías, la falta de ovulación, junto con la baja producción de esperma, la inmigración
hacia los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades, el trabajo excesivo,
el estrés, entre otros, hacían parte de la lista de situaciones que no permitían
que a nuestro hogar llegara la bendición que a largo de más de diez años estábamos
esperando: Un hijo.
El 29 de febrero del presente año, un médico
especializado en fertilidad, nos presentó cuatro razones por las cuales
naturalmente no podíamos tener hijos. La única opción posible, según el
especialista, era a través de la fecundación in vitro; opción que
inmediatamente descartamos por nuestras creencias, ya que estas técnicas que provocan una disociación de la paternidad por
intervención de una persona extraña a los cónyuges (donación del esperma o del
óvulo, préstamo de útero) son gravemente deshonestas. Estas técnicas
(inseminación y fecundación artificiales heterólogas) lesionan el derecho del
niño a nacer de un padre y una madre conocidos de él y ligados entre sí por el
matrimonio. Quebrantan “su derecho a llegar a ser padre y madre exclusivamente
el uno a través del otro” (Catecismo de la Iglesia Católica No. 2376)
Fue entonces que el 24 de marzo, a vísperas de
comenzar el triduo pascual, después de orar por 3860 días, sirviendo como
esposos en la oficina de pastoral familiar hispana de la Diócesis de Raleigh,
elaborando, desarrollando e implementado
proyectos a nivel de Cursos Pre-Matrimoniales, Encuentros de Pareja,
Escuela de Padres, Programas de Educación Sexual para Padres, Métodos Naturales
de Planificación Familiar y Ciclos de Catequesis para las familias, Dios nos respondió…
Thomas Cardona-blanco tiene vida y se está formando en el vientre de mi bella
esposa con 14 semanas, haciendo que nuestra existencia tenga un sentido más profundo
en los que esperan en Dios y alcanzan recompensa.
Entendimos que los hijos llegan, no desde
nuestros planes, sino el en el tiempo de Dios. Comprendimos que el Señor, desde
su infinita sabiduría te utiliza como instrumento, a pesar de nuestras
limitaciones, para fortalecer el matrimonio y la familia. Sin importar los dictámenes
médicos, que en ocasiones te invita a ir en contra de la fe, Dios se toma su
tiempo para pulirnos en el crisol de la fe, la perseverancia y la esperanza.
Si eres padre de familia, te invitamos para que
hoy le expreses desde lo más profundo de tu corazón, cuanto amas a tus hijos.
Si todavía no los tienes, te invitamos a orar a Dios, sin desanimarse, ya que
hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol.
Para más información, visite: www.iglesiasdomesticas.com
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